miércoles, 14 de enero de 2015

Mi báscula, mis datos y yo



He desempolvado mi báscula después de la Navidad. Imagino que como la mayoría. Mi báscula es de esas que te miden la grasa corporal, el nivel de líquidos y demás. Creas un perfil en la báscula especificando sexo, edad y altura y ella no sólo te pesa si no que te llama gorda sin el más mínimo pudor: tiene unos simbolitos que te dicen si estás en tu peso, si te has pasado un poco o si te has pasado mucho. Lo que digo: te llama gorda pero con datos, no hay escapatoria ni excusas tipo “tengo los huesos anchos”. Los datos son irrebatibles.

El caso es que después de pesarme llegué a dos conclusiones: la primera es que toca hacer dieta después de estas fiestas si no quiero lanzar mi báscula por la ventana y la segunda es que no tengo claro si lo que nos asusta de los datos es nuestra privacidad o que nos digan las cosas a la cara sin que tengamos opción a poner excusas malas. Digo esto porque en 2014 entre el derecho al olvido y el escándalo de la NSA nos hemos despistado en el debate que realmente afecta a la mayoría de las personas: vamos camino de un mundo de desnudos digitales. Y mucho me temo que no hay derecho a la protección de datos personales capaz de parar eso.

Cualquier analista web podrá confirmar que los datos sobre nosotros son cada vez más fáciles de obtener, de hecho la mayoría los damos nosotros mismos en redes sociales y formularios de registro aquí y allá. También podrán confirmar que los perfiles que se pueden generar sobre cada uno de nosotros son cada vez completos, precisos y acertados. Y yo, con la cabeza puesta en mi báscula, he llegado a la conclusión de que el gran problema de todo esto es que vamos desnudos por la vida y eso da bastante miedo. ¿Significa eso que nos preocupa nuestra privacidad? Sí y no. Sí nos preocupa el día que nos afecta pero no nos preocupa hasta entonces. Entonces lo que cabe preguntarse es si lo que realmente queremos es un derecho a la protección de datos o un derecho de no discriminación en función de los datos.

El problema de todo esto es que no es un asunto sencillo si no extremadamente complejo por varios motivos:

1.- Nuestros datos están por ahí sin control pero no porque las empresas sean mala gente si no porque nosotros hemos dado nuestros datos (¿alguno sería capaz de acordarse de cuantas cesiones ha autorizado?). Invito a una cerveza a cualquiera que mantenga un listado actualizado de las cesiones de sus propios datos.

2.- Nada de cinismos: las empresas necesitan datos sí o sí. ¿Nos hemos vuelto locos? La economía actual exige eficiencia, un tipo de eficiencia alcanzable únicamente gracias a los datos. Podemos negársela, sí pero nuestras empresas no están solas en el mundo si no que compiten contra otras que sí tienen unos regímenes más flexibles en cuanto a privacidad y, por tanto, están en condiciones de ser más competitivas (simplemente porque son más eficientes). 

3.- Los datos permiten tomar decisiones, se supone que buenas decisiones o, al menos, decisiones más conscientes gracias a una mejor información. La cuestión es ¿quién tiene esos datos?, ¿qué decisiones está tomando? y ¿cómo me afectan a mi esas decisiones?.

Volviendo al caso de mi báscula: he sido yo la que me he subido en la báscula y soy yo quién decido si esos datos terminan o no en un repositorio en la nube (léase internet). Esos datos son muy útiles  para mí al facilitarme un control sobre mi peso en el tiempo, estadísticas y relaciones que a simple vista a lo mejor yo sola no detecto y gracias a los cuales podré tomar decisiones prácticas. La gran pregunta es ¿esos datos repercuten en mi vida? Dependiendo de quién los tenga, su capacidad para tomar decisiones y qué decisiones tome sobre mí efectivamente puede ser que me encuentre indefensa si por ejemplo esos datos se usaran por una aseguradora médica para decidir no asegurarme o no cubrir una serie de afecciones, o por parte de un posible empleador porque yo fuera un grupo de riesgo que estadísticamente causa más bajas laborales que el resto. En ese preciso instante tendemos a decir que esos datos afectan a mi privacidad porque son datos de salud.

Pues bien yo creo que lo que nos preocupa no es nuestra privacidad si no las repercusiones que las decisiones que se toman empleando esos datos tienen sobre detalles reales, prácticos y delicados de nuestra vida real. Por tanto vuelvo a la misma cuestión: ¿queremos un derecho de protección de los datos de carácter personal o un derecho de protección a la toma de decisiones discriminatorias basadas en esos datos? El tema es peliagudo porque si los datos son ciertos entonces, ¿es razonable negárselos a quién tiene que tomar una decisión? Por otro lado cabe preguntarse si los datos son Dios o si las personas tienen valor más allá de sus datos. Y en caso de que lleguéis a la misma conclusión que yo ¿cómo compaginar los derechos de todos de una manera razonable?

El debate está abierto, queda mucha tela por cortar (y se cortará, eso seguro) pero es necesario que centremos el debate de manera realista en lo que realmente nos preocupa, nos interesa y lo enhebremos con la vida real en la que la mayoría damos nuestros datos sin el más mínimo pudor a cambio de cualquier cosa que sea gratis. Prometo seguir reflexionando al respecto pero espero hacerlo acompañada de quién quiera aportar su granito de arena así es que, como siempre, los coemntarios son bienvenidos.

sábado, 3 de enero de 2015

Un escenario inventado



El cierre de Google News lleva dando vueltas en mi cabeza hace ya algunas semanas (básicamente desde que Google anunció su cierre como consecuencia de la entrada en vigor de la obligación de pagar a los editores de noticias por enlazarlas). Un absurdo porque a fin de cuentas es pagar por llevar tráfico a esos mismos editores pero en fin, eso es lo que dice la norma.

Lo más curioso es que el tráfico de los diarios españoles ha caído precisamente porque Google News ha dejado de proporcionarles tráfico y a menos tráfico menos ingresos publicitarios. Un ridículo de esos que sólo podemos hacer los españoles. Cuando la economía va mal le ponemos palos a las ruedas de lo que mejor tira: la economía digital

El caso es que a los pocos días leía que otro país de la UE (Francia) también sancionaba a Google por otro tema y me acordé de que el 2013 terminó con una sanción de 900.000€ para Google España y se me ocurrió pensar en un escenario inventado: ¿y si Google anunciara mañana que se va de Europa?

Es verdad que Europa es un mercado relevante para Google (de momento) y que las cantidades de las sanciones a un gigante de ese tamaño no le hacen ni cosquillas pero supongamos que Google decidiera echar un órdago a Europa y dijera que se va, ¿qué pasaría? Lo digo más que nada porque si finalmente se aprueba el Reglamento Europeo de Protección de Datos el modelo de negocio de Google se vería seriamente afectado así es que, repito, imaginemos qué pasaría si mañana una empresa como Google decidiera abandonar el mercado Europeo:


  • Pues por lo pronto más del 90% de las webs se quedarían a ciegas sin Google Analytics, sería como volver a la edad de piedra desde el punto de vista digital, es verdad que existen otras herramientas de analítica web pero la mayoría son de pago y hay que reconocer que la usabilidad de Google para no técnicos es brutal.
  • Claro que eso sería casi lo de menos porque todo el SEO está optimizado para Google Search así es que lo más probable es que, si tenemos una web, nuestros potenciales usuarios no nos encontraran tan fácilmente como antes y estaríamos perdiendo oportunidades de negocio.
  • La catástrofe total sería que el servicio Google Mail cerrara, ¿qué pasaría con nuestros registros en otras webs para los que hemos usado cuentas de Gmail? ¿cuánto email marketing dejaríamos de poder hacer? Y todo ello por no hablar de la cantidad de cuentas corporativas montadas cobre el servicio de GMail.
  • Podríamos seguir así con todo el catálogo de servicio de Google: YouTube, Drive, Calendar…

Así a priori podríamos pensar que no pasa nada, hay otros prestando estos mismos servicios pero si somos sinceros la realidad es que Google predomina en el mercado sencillamente ofrece los mejores servicios y además sucede otra cosa bastante curiosa: Europa cuenta con grandes compañías que sean capaces de cubrir la demanda que se generaría pero ¿querrían los usuarios pagar por los servicios? No tengo tan claro qué pasaría si la compañía de Mountain View echara un órdago a Europa.

Pero, en serio.. ¿se iría Google de Europa? Bueno hoy por hoy no pero yo siento curiosidad por saber qué elegirían los europeos si sus opciones fueran privacidad o Google. Yo personalmente creo que estamos forzados a entendernos y a encontrar un punto medio porque el mundo ya no es el mismo que hace 20 años. Adaptarse o morir

Como decía antes, Europa es un mercado relevante pero no olvidemos que la crisis económica europea está empobreciendo al viejo continente a marchas forzadas y que el eje del poder económico del próximo siglo será Asia. En ese nuevo esquema Europa debe reforzar su posición digital en el mundo y mi deseo para 2015 es que hagamos precisamente eso: tenemos un año entero por delante y espero que nuestros Gobiernos sepan enderezar el rumbo en la dirección correcta. Bienvenidos a 2015.