domingo, 15 de marzo de 2015

El reto para la privacidad del iWatch (y cualquier otro smartwatch)



Hace unos pocos días Apple anunció, por fin, el iWatch. Esencialmente de lo que estamos hablando es de un reloj conectado y sincronizado con el móvil. Y a mí me dio por sentirme como una rata a la que hacen andar por un laberinto en un laboratorio. Me explico.

Si ha habido alguien que no podía vivir sin reloj esa he sido yo. Un reloj tiene una doble función: estética y práctica. La parte práctica está clara: el reloj te dice qué hora es pero esa función fue sustituida por el móvil. Pensad por un momento cuantas personas conocéis que hayan dejado de llevar reloj porque miran la hora en el móvil. La otra función, la estética, es la que el móvil no ha podido sustituir. 

En realidad en función de cuál de las dos funciones, la práctica o la estética, prime para cada uno encontraremos que hay personas que continúan usando reloj (esencialmente porque prima la función estética) y cuales han dejado de usarlo (aquellos para los que el reloj representaba una funcionalidad práctica). Pues bien, para todos aquellos que habíamos dejado de usar reloj ahora nos proponen que nos volvamos a comprar uno. 

Lo gracioso de todo esto es que si lo analizamos fríamente lo que me proponen es que me gaste unos 400€ un reloj que parece un reloj pero que en realidad es un dispositivo conectado que esencialmente sirve para no tener que sacarte el móvil del bolsillo. Llamadme loca pero no lo termino de ver claro. No porque esté en contra de llevar algo en la muñeca (la fitbit no se separa de mi ni para dormir) si no porque la pantalla es muy pequeña, vale una pasta y no le encuentro la utilidad práctica más allá de no tener que sacar el móvil del bolsillo. Y yo por eso no suelto cuatrocientos eurazos.

El caso es que tengo amigos que están fascinados con la idea del iWatch. Yo estoy fascinada con mis amigos. ¿No es maravilloso? 

Y me puse a pensar. Los chicos de Apple tendrán muchas cosas pero tontos no son y el desarrollo y lanzamiento de un dispositivo de estas características está estudiadísimo. Así es que, ¿cuál es la propuesta de valor real que el iWatch ofrece al usuario? y ¿qué gana Apple con este dispositivo? En realidad es muy sencillo:


  • El usuario compra exclusividad. Quién lleva un iPhone encima compra un teléfono pero compra también exclusividad. Me da en la nariz que este tipo de cliente no ha dejado de llevar reloj porque un reloj es a la vez una pieza estética. Desde esta óptica el iWatch es la unión perfecta entre estética y tecnología.
  • Pero hay mucho más y eso es lo que gana Apple: datos. El iWatch viene diseñado para recoger datos sobre la actividad física diaria de quién lo lleva puesto. Una manera de desactivar wereables como Fitbit a la vez que se hace con los datos de actividad sus clientes. 


Y todo esto nos obliga a ver la realidad que tenemos enfrente: la lucha por los datos de actividad física y de salud de cada uno de nosotros. Esos datos tienen un valor incalculable pero ¿para quién? Esencialmente para las aseguradoras que, por cierto, tienen pasta para pagar por ellos. Probablemente si nuestro seguro médico nos preguntara cuánto andamos de media no contestáramos la verdad o ni siquiera lo sabríamos con exactitud pero ahora hay alguien que sí lo sabe ya sea Apple, Samsung, Fitbit o nuestro primo el de Ávila. 

Los datos relacionados con nuestra salud son los que generan más reticencia cuando se pregunta por ellos  pero si los damos casi sin darnos cuenta la cosa cambia. Cuánto andamos combinado con por donde andamos, qué nos gusta, que aplicaciones tenemos instaladas, qué sitios web visitamos y blablablá.. dice mucho sobre nosotros.

La realidad es que, como ya he comentado en otro post, los wereables ofrecen información muy útil para mejorar nuestro estado físico pero conviene pensar muy bien en manos de quién ponemos esos datos. Mi consejo:

1.- Leer con mucho detenimiento las Condiciones Generales de cada dispositivo y servicio
2.- Pagar por el servicio. La cosa se trata de ganar dinero. Si no pagamos nosotros por el servicio otros pagaran por nuestros datos. Yo, personalmente, prefiero que la empresa gane dinero conmigo y no con mis datos. 

Dentro de un par de años viviremos en un mundo distinto pero aún no sé cuál. El tiempo y nuestras elecciones lo dirán.

viernes, 6 de marzo de 2015

Sobre el Dia Europeo de Protección de Datos



Volviendo la vista atrás, y después de meditarlo durante varias semanas, cada vez tengo más claro que en el debate sobre protección de datos no estamos olvidando de una de las partes más importantes: los propios ciudadanos de a pie. Los ciudadanos que no son abogados, ni expertos en ciberseguridad, ni en analítica web ni en Big Data. Los ciudadanos que simplemente usan los servicios, comparten sus datos y esperan de vuelta honestidad y transparencia en el uso que se da a esos datos. Esos ciudadanos no tienen voz en ningún foro.

Es verdad que se suele decir aquello de que a los usuarios no les importa realmente su privacidad. No estoy de acuerdo. La realidad es que los estudios realizados, para muestra un botón, demuestran que los usuarios no quieren que sus datos se recojan ni se utilicen sin su consentimiento expreso (opt-in) en un porcentaje superior al 90% con independencia del país en el que se pregunte. Es decir, a los usuarios sí que les importa qué se hace con sus datos.

Eso sí, tampoco es menos verdad que los usuarios viven en lo que se ha empezado a llamar la “privacy paradox” o paradoja de la privacidad. La situación es que, a pesar de decir que le interesa su privacidad, los datos también muestran que existe una inacción en lo que se refiere a la configuración de opciones de privacidad, contraseñas o elección de servicios. Vamos que nos interesa eso de la privacidad pero que tampoco hacemos nada por cuidar de la nuestra. Es como decir que estás muy preocupado por lso accidentes de tráfico y circular sin cinturón y por el carril contrario, un sin sentido pero oiga, el mundo continúa girando y ninga catástrofe ha acontecido así es que tampoco parece que pase nada, ¿o sí?.

Esta realidad, que desde hace un tiempo se muestra de manera cuantitativa a través de estudios globales, en realidad venía siendo intuida por abogados, empresarios y analistas de datos. Los usuarios ponen el grito en el cielo cuando el uso de sus datos tiene un impacto que perciben como negativo en sus vidas pero no antes. Y precisamente eso engancha con el primer post de este blog.

Ya, voy al grano. Esta reflexión viene porque el día 28 de enero fue el día Europeo de Protección de Datos. ¿Se enteró alguien? Sólo los profesionales de la privacidad que yo sepa, el resto de ciudadanos siguió con su vida normal sin darle más importancia al día. Sí, es verdad que hubo actos, conferencias, sesiones, entrega de premios.. sí, hubo todo eso pero no caló en los usuarios. Lo que yo me pregunto es por qué demonios no caló si, al menos teóricamente, a los usuarios les importan sus datos. 

Ahí va mi teoría: no caló porque el debate no se saca a la calle. No se promueve un debate a través de redes sociales, la organización de eventos está totalmente fragmentada, cada organización/institución barre para su casa, los ponentes son siempre los mismos y generalmente abogados. ¿Dónde están los analistas de datos? ¿Dónde están las empresas que viven de procesar datos y convertirlos en valiosa información? Y sobre todo, ¿dónde están los usuarios? Simplemente no están porque lo que se ofrece ni se publicita ni se piensa para el usuario. Y esto me lleva a preguntarme si las leyes tienen en cuenta al usuario de verdad o si vivimos en una suerte de nepotismo ilustado 2.0: todo para el pueblo pero sin el pueblo.

En mi opinión creo que el 28 de enero debería ser un día de celebración de lo conseguido, que no es poco, de divulgación de los derechos (¿saben que, de medie, sólo el 25% de los ciudadanos europeos saben que existe una Agencia de Protección de Datos a la que pueden acudir?) y de explicación de las tendencias de todo tipo: legales, de modelos de negocio, de análisis de datos, de sentimiento de los usuarios.. Hay tanto.. Y sin embargo mucho me temo que el próximo año volveremos a encontrarnos el mismo planteamiento de conferencias, seminarios y circunloquios a los que acudirán / acudiremos los mismos de siempre salvo que alguien lo remedie (sí, podría ser yo y sí, quizás lo sea).

Ea, ya está, ya lo he dicho.