Lo confieso: la primera vez que
oí hablar de impresión 3D no lo vi nada claro. Aunque tardé muy poco (una
cerveza aproximadamente) en pensar sobre qué traía consigo la impresión
3D y me vine arriba pero de eso hablaremos otro día. El caso es que la impresión 3D se sumó
rápidamente a mi lista de intereses y en poco tiempo la impresión de comida pasó a interesarme muchísimo. Vaya por delante que se me ocurren algunas (bueno en realidad se me ocurren muchísimas) cuestiones legales sobre este tipo de innovaciones pero este post no va de eso. Prometido.
Lo cierto es que si a uno le
preguntan si se comería una pizza impresa la primera reacción es decir que no.
Claro que, bien mirado, ¿por qué no? He llegado a la conclusión de que la culpa
es de esa cosa llamada neurolingüística: no asociamos “impresión” con “comida”
y cuando tratamos de relacionar ambos conceptos chirrían porque “impresión”
suena a artificial. El caso es que por otro lado tampoco puede ser mucho peor
que calentar la leche con microondas, ¿no?
En el último TEDxMadrid escuché
una charla sobre esto de la comida impresa que avivó mi interés por el asunto y
he estado leyendo sobre ello desde entonces. Ahí os la dejo por si a alguien le
interesa verla:
A lo que iba: se abren numerosos interrogantes
sobre cómo todo esto va a cambiar nuestra vida en los próximos años pero lo cierto es que
va a hacerlo. No creo que vayamos a imprimir toda la comida porque tampoco tiene
sentido para todos (yo por ejemplo carezco de microondas, he llegado a la
conclusión de que no me aporta nada) pero sí es verdad que tiene muy
interesantes aplicaciones. Ahí van algunos ejemplos:
- Apasionados de la cocina que quieran incorporar detalles a sus platos que, por sus propios medios, serían muy complicados si no existiera la posibilidad de imprimir comida
- Hay muchas personas que no saben cocinar y para ellos la impresión de comida ofrece la oportunidad más sana de comer que la comida precocinada
- Personas con alergias alimentarias que quieran incorporar sus propios ingredientes a determinados platos
- La posibilidad de usar cápsulas de comida puede facilitar el consumo de determinados alimentos (estoy pensando en los frescos) sin el engorro de que se caduquen. Aunque ya no serían tan frescos pero es una opción.
- Igualmente las cápsulas de comida son una opción de llevar alimento allí donde es complicado (misiones espaciales o misiones en la Antártida por ejemplo)
La realidad es que a día de hoy
podemos encontrar en el mercado los primeros modelos. De momento los hay de
varios tipos (desde los que funcionan con cápsulas de comida deshidratada hasta
los que funcionan poniéndoles tú mismo la comida en los cargadores). Los
precios empiezan en los 1000€ (vamos, lo que viene costando a día de hoy una
Thermomix). Hay una muy interesante (Foodini
– el nombre el total, ¿no me digáis que no?) creada por españoles que,
lamentablemente, no han encontrado en España ni el apoyo ni el entorno
adecuados para desarrollar aquí el proyecto y lo están haciendo en Estados
unidos.
¿Qué quiero decir con todo esto? El mundo está cambiando porque los que estamos en él estamos
cambiando. La manera en la que vivimos, en qué gastamos el tiempo, cómo nos
comunicamos, cómo aprendemos, cómo compartimos lo que sabemos, cómo nos
informamos… todo, cualquier cosa… todo está en un proceso de renovación, la
manera en que preparamos al comida también. En este proceso de cambio
necesitamos con urgencia que el entorno normativo que haga posible que el
talento desarrolle la innovación en España y en Europa para que la innovación
genere riqueza y crecimiento aquí. No sé si el entorno normativo cambiará, en
cualquier caso de lo que estoy segura es de que no tardaremos mucho en
plantearnos si vamos a cocinar o a imprimir nuestra comida desde una app mientras vamos para casa. Al tiempo.
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